Archivo mensual: febrero 2012

Werther en Frankfurt: pasado y presente (1)

La versión operística de la famosa novela de Goethe, realizada por el compositor Jules Massenet a partir del guión de Edouard Blau, Paul Millet y Georges Hartmann, tiene una estrecha relación con Frankfurt am Main. En primer lugar, esta ciudad alemana, actualmente conectada con las ciudades más importantes del globo mediante su inmenso y laberíntico aeropuerto, fue la cuna del escritor alemán. Asimismo, en las cercanías de dicha ciudad, su hijo predilecto ubicó el drama de su novela epistolar. Por ello, asistir a una representación de Werther en Frankfurt siempre es y será una ocasión especial, ya que implica el regreso a los orígenes de esta obra inmortal del romanticismo alemán.

Die Leiden des jungen Werther fue publicada en 1774, poco tiempo después de que Goethe fuese nombrado delegado del Tribunal Imperial de Wetzlar y, por ende, antes de que se incorporase a la corte de Weimar. La fuente de inspiración de la novela es en parte autobiográfica, pues se basa en el desafortunado amor del poeta por Charlotte Buff, esposa del funcionario Johan Christian Kestner (Albert en la novela), pero también en el suicidio de un joven funcionario del Tribunal Imperial de Wetzlar, Karl Wilhelm Jerusalem, a quien Goethe conoció y cuya muerte le fue comunicada por el propio Kestner en una detallada carta que recibió cuando, con el fin de cicatrizar sus heridas, el poeta había abandonado Wetzlar y regresado a Frankfurt. Dicha carta, como señala Goethe en Aus meinem Leben. Dichtung und Wahrheit, fue el desencadenante de la escritura de su novela. En todo caso, el suicidio de Jerusalem no obedeció a motivos románticos, sino a su descontento con el espíritu provinciano de Wetzlar, que colisionaba con su formación ilustrada.


Charlotte Kestner

En un tono claramente intimista, que se sustenta en la forma epistolar de la novela (prefiguración del monólogo interno), Werther narra a su amigo Wilhelm sus vivencias en la idílica aldea de Wahlheim. Interviene también un editor, quien se presenta en el epígrafe inicial de la novela y narra el trágico final del protagonista. Para Walter Benjamin, Die Leiden des jungen Werther fue la última expresión del espíritu revolucionario de Goethe (luego, se insertaría en el sistema cortesano de Weimar), pues el protagonista de la novela es el burgués cuyo orgullo colisiona con las barreras de su propia clase social. Así, Werther se convierte en el semidiós que se sacrifica por la burguesía, a la manera de un chivo expiatorio que canaliza los deseos prohibidos por las normas de la misma. Es decir, él debe sacrificarse por el bienestar de esta, de modo que, como apunta Benjamin, la burguesía se sienta salvada sin ser liberada. Werther se convierte, entonces, en el Mesías de esta clase social que, mediante su pasión, realiza el eros y el tánatos en sus formas prohibidas: el amor adulterino y el suicidio. De ahí la reacción que provocó la novela: el llamado «furor wertherinus». Este consistió en la imitación de la novela a distintos niveles: mientras en el más superficial, sus lectores imitaban la apariencia exterior de los personajes; en el más profundo, se identificaban con la pasión del protagonista (pues veían en ella el reflejo de la propia), al punto que lo seguían hasta su trágico final. Así, la novela captó los deseos reprimidos por las normas sociales de la época, de modo que se convirtió en una válvula de escape para la presión que ejercían las mismas. Por lo anterior, la traducción más apropiada del título de la novela, a mi parecer, es La pasión del joven Werther (en alemán, la pasión de Cristo es die Leiden Christi).

Un siglo después de su publicación, la idea inicial para la transformación operística de la historia de Werther surgió en 1879 en Milán. Paul Millet, autor del libreto de Hérodiade, otra ópera de Massenet, inició la elaboración del libreto. Debido a las presiones que soportó de parte del editor Georges Hartmann, quien deseaba una ópera espectacular, idea que se oponía a la visión intimista de Millet y del mismo Massenet, aquel cedió su puesto a Edouard Blau, autor del libreto de Le Cid. Este, venciendo las presiones de Hartmann, terminó el libreto ajustándose a las expectativas del compositor, quien realizó la parte musical de la misma entre 1885 y 1887. Sin embargo, otros inconvenientes retrasarían el estreno de la ópera: Leon Carvalho, director de la Opera Cómica de París, rechazó la obra porque consideraba que la trama era desoladora y, por ende, incompatible con el gusto del público. Por ello, el estreno de Werther se realizó, traducido al alemán, en la Hofoper de Viena en 1892. Un año después, se estrenaría en París en su idioma original. En poco tiempo, el círculo se cerraría y Werther regresaría a su natal Frankfurt: en una carta fechada en París el 11 de enero de 1895, Massenet agradecía al director de la Ópera de Frankfurt por haber llevado su Werther a dicho escenario.

Jules Massenet

Publicado en Mnemósine, 3, 2009, pp. 3-4.

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Calderón y la piratería

Y siendo así que la impresa comedia de este año arranca la raíz que, repetida, pudiera dar frutos el que viene: ¿quién duda que su perjuicio obligue a restitución casi imposible? ¡Oh señor, que son coplas y no alhajas y no hay que hacer escrúpulo de comprarlas ni venderlas! ¿Quién te ha dicho, ignorante, que hay tan baja materia que, como sea caudal de uno, pueda otro disiparla? Y si no, dime si tú, con licencia de su dueño y privilegio del Consejo, imprimieras un libro de comedias y otro subrepticiamente se sacara a la luz, ¿no pudieras en justicia repetir el daño? Pues ¿cómo quieres que sea parva materia cuando las compras y materia grave cuando las vendes, y con segundo fraude a quien se las lleva, pues prometes el crédito de uno y entregas el de otro?

Pedro Calderón de la Barca

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Calderón, Perú y Polonia (1)

¿Qué tienen en común Calderón y Perú? La respuesta es La aurora en Copacabana. ¿Y Calderón y Polonia? La respuesta comienza con La vida es sueño…  ¿Y Calderón, Perú y Polonia? La respuesta es Urszula Aszyk:

  • «La aurora en Copacabana de Calderón de la Barca: en torno a las fuentes de inspiración», en Actas del Congreso «El Siglo de Oro en el nuevo milenio», ed. C. Mata y M. Zugasti, Pamplona, EUNSA, 2005, vol. 1, pp. 217-230.
  •  «La puesta en escena en La aurora en Copacabana», en Calderón 2000. Actas del Congreso Internacional, IV Centenario del nacimiento de Calderón, ed. I. Arellano, Kassel, Reichenberger, 2002, vol. 2, pp. 49-61.
  • «»¿Qué ves en aquesta gruta?» (sobre el texto y la puesta en escena de dos cuadros de La aurora en Copacabana de Pedro Calderón de la Barca)», Scriptura. Estudios sobre el teatro del Siglo de Oro 17, 2002, pp. 33-46.
  • «Sobre la teatralidad de la comedia española del siglo XVII: La aurora en Copacabana de Pedro Calderón de la Barca», Zagadnienia Rodzajów Literackich, 87-88, 2001, pp. 7-30.

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Ágreda agrada

Miguel Zugasti, ed. Sor María de Jesús de Ágreda y la literatura conventual femenina en el Siglo de Oro. Soria: Cátedra Internacional Alfonso VIII, 2008. 216 págs. ISBN: 84-96695-25-5

Publiqué una reseña en eHumanista, 14, 2010, pp. 286-288.

Los ensayos reunidos en este libro representan una importante referencia en los estudios sobre la escritura femenina conventual, puesto que abarcan un corpus representativo de estas autoras –que se extiende entre ambos lados del Atlántico y con énfasis en la obra de Sor María Jesús de Agreda– y distintos aspectos de esta literatura: los conceptos de inspiración e invención, posibles componentes feministas, la intervención de los confesores, el esparcimiento de las monjas, entre otros. Ciertamente, como afirma Zugasti: «Ágreda agrada». Por ello, este conjunto de artículos constituye una firme invitación para incursionar en este rico y amplio terreno de los estudios de la literatura aurisecular.

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Mi primera tesis

Crisis y concierto del orden social en dos comedias de Antonio Mira de Amescua fue publicada en Internet el año pasado como parte de la colocación en línea de las tesis de mi alma mater. Este primer trabajo académico llegó a buen puerto gracias al apoyo de dos personas: Agustín de la Granja, quien me facilitó el acceso a la bibliografía miramescuana que se guarda en la Universidad de Granada,  lo cual me permitió realizar esta investigación desde Lima; y a José Antonio Rodríguez Garrido, mi asesor, en cuyas clases de Teatro español de la Edad de Oro descubrí a Mira de Amescua y a Calderón.

Aunque el protagonismo de las acciones recae en estamentos distintos, visto en conjunto, el universo miramescuano de estas comedias nos presenta una excelente y compleja pintura de la sociedad española del XVII, donde aparecen integrados los dos extremos de la política de la monarquía. Así, El esclavo del demonio muestra la parte superior de esta composición por medio de la representación de la alta esfera de la política exterior de los Austrias, involucrada en la guerra contra los herejes en los Países Bajos y debilitada no por sus propias acciones en dicho sentido, sino por las de aquellos que, integrados al aparato de poder de la misma (los estamentos clerical y nobiliario), en lugar de colaborar en el mantenimiento del orden interno de la Península (mientras se resolvía la crisis desatada en los límites del imperio), bien fueron corrompidos por la herética influencia extranjera contra la cual los ejércitos reales bregaban en el norte de Europa (como fue el caso del clero secular), bien vieron en esta crítica situación la oportunidad para perseguir, deslealmente, sus propios intereses (como sucedió con varios grupos de la nobleza de los reinos no castellanos que conformaban la España del XVII).

Por su parte, La casa del tahúr retrata el mundo intrahistórico por medio de la representación de la vida cotidiana en el corazón mismo del imperio hispano, lo cual no es menos importante que la gran visión que nos ofrece la primera comedia, puesto que lo intrahistórico es el fondo permanente y oculto de la historia cambiante y visible. Por lo tanto, se ubica en la parte inferior de esta pintura, ya que representa las bases ideológicas, de corte patriarcal, que sustentaban el orden social y político de la España del XVII. De este modo, mientras se intentaba imponer el Imperio Español sobre los herejes en el norte de Europa, se construía un correlato adecuado en el corazón del mismo para albergar y celebrar a la «victoriosa» monarquía. En consecuencia, ambas comedias representan dos momentos de la evolución de un mismo universo. En este sentido, no es gratuito el cambio espacial que se produce entre dichos momentos, puesto que este es un correlato del acercamiento e integración del accitano en la corte de los Austrias.

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