Autoridad. Prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia (Diccionario de la Real Academia Española).
José Toribio Medina (1852-1930) fue un prestigioso bibliógrafo e historiador chileno. Su principal legado ha sido la importante recolección de fuentes para el estudio de la historia de su país y de América que realizó a lo largo de su vida, las cuales actualmente constituyen la Biblioteca José Toribio Medina, una de las salas de la Biblioteca Nacional de Chile. Medina se interesó por el empleo de la historia americana en el teatro español del Siglo de Oro y publicó en 1915 Dos comedias famosas y un auto sacramental[1]. En el prólogo de dicha edición, el historiador estudia este conjunto de comedias, entre las cuales incluye La aurora en Copacabana de Calderón, sobre la cual comenta:
El asunto era de todo punto inverosímil de por sí, y para desarrollarlo el eximio dramático hubo de incurrir en anacronismos estupendos, contando sin duda con la ignorancia del pueblo a que se dirigía, pero que en ningún caso pudo llegar hasta el extremo de suponer que los conquistadores arribaran por mar a aquel teatro en que se desarrollaba la escena y que su primer descubrimiento fuera el de una laguna situada en los más alto de las cordilleras del Perú[2].
Evidentemente, el comentario de Medina debe entenderse en su contexto: historiador de formación, influenciado por el positivismo decimonónico y ajeno a los principios que guían a la comedia nueva en general y a su subgénero histórico en particular. Sin embargo, algo que no excusa dicho contexto es el error de lectura que comete al proponer como ejemplo inicial de los “disparates” de Calderón el ubicar la llegada de los españoles al Perú en el mediterráneo lago Titicaca, cuando en la comedia claramente se señala Tumbes como escenario del desembarco de los trece de la fama:
a cuyo efecto hasta Tumbes,
donde el Sol su templo ostenta,
a recibirte venimos
diciendo en voces diversas… (vv. 37-40)
A esto se añade que en la edición de la comedia de Hartzenbusch (la que Medina debió consultar, pues al inicio de su estudio se refiere a la Biblioteca de Autores Españoles de Rivadeneyra), se añadieron acotaciones que especificaban el espacio de las acciones. La primera aparece después de la lista de personajes: “La acción pasa en Tumbes, en el Cuzco, en Copacabana y en otros puntos”. Y la segunda, al comienzo de la primera jornada: “Playa de Tumbes, con vista de mar”[3].
Medina, falible como lo somos todos, cometió un error. Sin embargo, las repercusiones de su fallida lectura, gracias a su autoridad, llegan hasta la actualidad. Así, el historiador chileno-español Leopoldo Castedo, en su libro Chile. Utopías de Quevedo y Lope de Vega (1996), considera que el “autosacramental (sic)” La aurora en Copacabana:
reúne el mayor cúmulo inimaginable de fantasías, ciertamente erradas las más de ellas, sobre el Nuevo Mundo, el Alto Perú en este caso. La acción tiene lugar a orillas del lago Titicaca, en la aldea de Copacabana, escenario de las solemnidades con las que Huáscar y sus acólitos celebran un rito indígena […] No deben extrañar a sus muchos lectores las libertades geográficas del extraordinario dramaturgo, si recuerdan que en la segunda jornada de La vida es sueño, Segismundo arroja al criado rebelde por el balcón del castillo en el que permanece aherrojado, según el texto original, “en lo alto de un monte” supuestamente cerca de Varsovia. Otro criado dice: “cayó del balcón al mar” (es posible que el desliz despreocupado e inocente tuviera por objeto concertar la rima con la frase inmediata de Estrella: “Llegad todos a ayudar”)[4].
Es claro que Castedo no leyó la comedia y solo se limitó a parafrasear las apreciaciones de Medina (al que ciertamente tampoco leyó atentamente, pues se hubiese percatado de que se trataba de una comedia y no de auto sacramental[5]). A estas añadió sus personales intuiciones sobre La vida es sueño. Pero, a mi parecer, el error más grave que cometió el historiador fue obviar la producción crítica existente sobre esta comedia, en la cual destaca un artículo del crítico César García Álvarez (también chileno-español como Castedo), dedicado al estudio de sus fuentes[6]. Publicado en 1981 (es decir, 15 años antes que el libro de Castedo), el principal mérito de dicho trabajo radica en que fue el primero en realizar un cotejo entre las fuentes históricas y el texto de la comedia. A pesar de este logro, también se encuentra bajo la órbita de la influencia de Medina.
Al abordar la fecha de composición, García Álvarez la dató en 1672 apoyándose en el citado prólogo de Medina[7]. Sin embargo, en ninguna parte de dicho prólogo, Medina sugirió tal datación. Sobre este punto, el historiador solo se limitó a mencionar 1672 como fecha de publicación de la comedia en la Cuarta parte de comedias y no la vinculó con la fecha de su composición[8]. Asimismo, de acuerdo con el único dato sobre la representación de la comedia durante el siglo XVII que hasta el momento tenemos, esta datación está completamente descartada, puesto que, según Nieto Nuño, en su edición del Diario del Conde de Pötting (representante diplomático en Madrid del emperador Leopoldo I entre los años 1664 y 1674), la comedia fue representada el 16 de noviembre de 1669:
Fuime con la condesa a la comedia, del origen de Nuestra Señora de Copacabana en las Indias, asunto bellísimo[9].
La autoridad, aunque en principio es un concepto positivo, puede volverse pernicioso si, en lugar de despertar nuestro sentido crítico, lo adormece y nos convertimos en meros satélites de ella, tanto de sus aciertos como de sus errores.
[1] Los textos editados por Medina corresponden a las comedias El gobernador prudente de Gaspar de Ávila y La bellígera española de Ricardo de Turia, y al auto sacramental La Araucana, atribuido a Lope de Vega.
[2] Medina, 1915, pp. 136-137.
[3] Comedias, 1858, vol. 4, p. 235.
[4] Castedo, 1996, p. 71.
[5] Si hubiese leído a Medina con más atención, Castedo se hubiese ahorrado la infructuosa búsqueda que, como él señala, realizó de La aurora en Copacabana en el tercer tomo del teatro de Calderón editado por Valbuena Prat en Aguilar, tomo que está dedicado a los autos sacramentales.
[6] “Las fuentes de La aurora en Copacabana de Calderón de la Barca”, Revista Chilena de Literatura, 16/17, 1980/1981, pp. 179-213.
[7] García Álvarez, 1980/1981, p. 185.
[8] Medina, 1915, p. 136.
[9] Nieto Nuño, 1993, vol. 2, p. 73.