- Si no hay bailes en las embajadas ni en las casas particulares, no hay más remedio que ir a la ópera, donde estará todo el mundo y habrá que hacerse ver. Si la ópera es aburrida, se puede llegar cuando la soprano se vuelve loca, que es pocos minutos antes de que el tenor se mate y caiga el telón.
- No es conveniente regalar joyas a una cantante de ópera. Luego dedicará a su admirador las arias, los dúos y hasta los gallos.
- Aquella soprano cantaba con tal pasión que soltaba siempre un gallo. Naturalmente, era el gallo de la Pasión.
- En homenaje al marido de la favorita regia, siempre se compone la misma ópera: El cuerno de la abundancia.
Diccionario privado de Jacinto Benavente, ed. Blas Matamoro, Madrid, Altalena, 1980, s. v. «ópera».