Los días 1 y de 2 junio de este año se celebrará en Heidelberg el coloquio «La mirada sobre/del Otro en la literatura hispánica», que abarca desde el Siglo de Oro hasta el siglo XXI. En este momento, buscamos sobre todo ponentes para las mesas dedicadas a los siglos XVIII, XIX y XX. La convocatoria puede ser consultada aquí.
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Facebook con pluma y tinta: las redes sociales de los hermanos Grimm
El trabajo en redes no es una novedad del anterior siglo, sino solamente ha sido potenciado por el desarrollo tecnológico de las comunicaciones. Buenos ejemplos de redes de “pluma y tinta” fueron las organizadas por los hermanos Grimm en la Alemania del siglo XIX, las cuales les permitieron llevar a cabo trabajos de gran envergadura como su colección de Cuentos de hadas y su Diccionario de la lengua alemana. (Traducción de “Facebook mit Feder und Tinte – die sozialen Netzwerke der Brüder Grimm”, en: Sabine Krome et al. (Ed.): Die Brüder Grimm. Pioniere deutscher Sprachkultur des 21. Jahrhunderts, Gütersloh/München: Brockhaus, 2013, pp. 32-35)
Los hermanos Grimm fueron aplicadísimos intelectuales. Pero sin los muchos simpatizantes y socios que apoyaron su trabajo probablemente no habría sido posible su gigantesca obra de toda una vida. Las más de 20 000 cartas conservadas de su correspondencia con familiares, amigos, intelectuales y políticos muestran sobre todo que los hermanos Grimm no solo fueron investigadores de alto rango, sino también geniales “trabajadores en red”.
Para los Grimm la más importante red de trabajo fue la familia. Debido a la muy temprana muerte de su padre (1796) y la inesperada muerte de su madre (1808) habían dependido los seis hermanos de su mutuo apoyo y colaboración. Como cabeza de familia, Jacob se sentía responsable por los más jóvenes de sus hermanos y así dedicó su tiempo, el que con mucho gusto hubiese pasado investigando, una y otra vez a un trabajo para asegurarles el pan. Esto llegó tan lejos que, después del matrimonio de Wilhelm, Jacob también se quedó con la familia de su hermano. Hasta las cartas, que Jacob escribió a su hermano, fueron dirigidas a Dorothea Grimm (la esposa de Wilhelm), la que las leía después en el círculo familiar.
Redes para las crisis
Las redes de familiares, amigos o científicos estuvieron siempre disponibles y en funcionamiento cuando los hermanos Grimm tuvieron apuros. Después de la muerte de su padre les ayudó la hermana de su madre Henriette Philippine Zimmer, que como dama de la corte de la princesa Caroline de Hessen vivió en Kassel. A su apoyo debieron Jacob y Wilhelm una adecuada formación escolar. Su conexión amical con la corte del príncipe pudo ser la principal responsable de que Jacob pudiese recibir una posición en el Colegio de Guerra de Kassel sin tener un título universitario. Cuando esta posición fue poco tiempo después revocada por el establecimiento del Reino de Westfalia, Achim von Arnim facilitó un puesto a Jacob en la biblioteca privada del rey Jerome[1]. Al volverse insoportables las condiciones en Kassel para los hermanos Grimm, su compañero de investigaciones y, durante largo tiempo, amigo por correspondencia Benecke se hizo presente desde Göttingen y les facilitó a ambos un nombramiento en su universidad. Y también su llamamiento a Berlín fue impulsado por la concurrencia de su maestro Savigny y (todavía más apasionadamente) de Bettina von Arnim.
Una red de románticos
Una muy importante red para los Grimm surgió en Marburg, donde por medio de su maestro y amigo Friedrich Carl von Savigny conocieron al círculo de románticos de Heidelberg: Achim von Arnim, Clemens y Bettina Brentano. El aprecio y la colección de las tradiciones populares en este círculo dieron a los Grimm el impulso decisivo para su tarea de recopilación, sin el que la edición de los Cuentos de hadas no hubiese sido posible. En Kassel los hermanos organizaron una sociedad de lectores, en la que junto a familias amigas también tomaron parte quienes les habían proporcionado cuentos: las hermanas Wild, los Hassenpflug o las hermanas Ramus, hijas del predicador del barrio francés, las que se pusieron en contacto con la “dama de los cuentos” Dorothea Viehmann. En este círculo de amigos también se forjaron vínculos familiares: Lotte se casó con Ludwig Hassenpflug, Wilhelm con Dortchen Wild.
Redes políticas
Las redes de los Grimm se basaron en gran parte en relaciones amicales o en contacto por correspondencia con amigos, parientes o colegas. Sin embargo estos supuestos pequeños círculos no solo tuvieron un lado privado. En un tiempo en el que todavía no había partidos políticos, en el que las declaraciones públicas en la prensa o las actividades en asociaciones estaban amenazadas por la censura y la represión estatal, pudo surgir de tantos íntimos e informales círculos de ciudadanos liberales una muy eficaz oposición.
Los conocidos 7 de Göttingen, que se opusieron a la abierta infracción constitucional del rey Ernst August de Hannover, eran en el fondo un grupo de amigos compuesto por el historiador y politólogo Friedrich Christoph Dahlmann, los hermanos Grimm y el filólogo Gottfried Gervinus. La acción de protesta de los intelectuales puso en marcha, increíblemente rápido, más acciones de otras redes. La carta de protesta que Gervinus había confiado a un amigo intelectual fue copiada en pocas horas por estudiantes, circuló días después en miles de copias en todos los estados alemanes e incluso en el extranjero, y alcanzó de esta forma una enorme repercusión y carácter público en la prensa, lo cual también redundó en el compromiso político de los hermanos Grimm.
Una red de investigadores
Después de años política y laboralmente movidos, en 1815 siguió una fase más tranquila en la vida de los hermanos Grimm, en la que, como bibliotecarios del príncipe, pudieron emplear mucho tiempo en sus investigaciones. También es el tiempo en el que mantuvieron extensas correspondencias con sus colegas estudiosos, que hicieron que Jacob dejase de lado a sus otros contactos. Sus cartas son “Trabajar, preguntar y responder a lo que se estudia en el momento”[2], las que por ejemplo intercambió con Georg Friedrich Benecke en Göttingen, Karl Lachmann en Königsberg y Karl Hartwig Gregor de Meusebach. Para conseguir antiguos o raros manuscritos, los hermanos mantuvieron también correspondencia con el algo sospechoso Ferdinand Glöckle, quien tenía acceso privilegiado a los manuscritos vaticanos, los que de otra forma se hubiesen mantenido inaccesibles para ellos. Como contraparte, Jacob estuvo preparado para entregar su conocimiento y responder a las preguntas que le planteaban conocidos, pero también investigadores extraños.
Jacob consiguió la obra maestra de la red funcional de colaboradores cuando organizó la selección de obras literarias para su Diccionario de la lengua alemana. Más de 80 colaboradores, “a los que los hermanos Grimm habían encargado la colección de palabras y de textos o los que ofrecieron estas por su propia voluntad y según su propia selección”[3], compilaron 600 000 fuentes y extractos de libros. Gracias a esto, los Grimm habían conseguido las bases materiales para el más amplio diccionario del mundo.
De este modo, con sus numerosos contactos y conexiones en los más diferentes niveles y campos, los hermanos Grimm produjeron una de las más grandes redes intelectuales, sociales y políticas de su tiempo, la que solo por muy poco se queda a la zaga de las grandes y modernas redes de información y conocimiento.
[1] Cartas de los hermanos Grimm a Savigny: Ed. Ingeborg Schnack y Wilhelm Schoof, Berlín/Bielefeld, 1953, p. 56.
[2] Cartas de los hermanos Grimm a Savigny, p. 296.
[3] Jacob y Wilhelm Grimm: Diccionario de la lengua alemana, Leipzig: Hirzel, 1854, Vol. 1, Col. LXVL.
Traducción de “Facebook mit Feder und Tinte – die sozialen Netzwerke der Brüder Grimm”, en: Sabine Krome et al. (eds.): Die Brüder Grimm. Pioniere deutscher Sprachkultur des 21. Jahrhunderts, Gütersloh/München: Brockhaus, 2013, pp. 32-35.
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«Espiritismo» de Juana Manuela Gorriti
Durante el siglo XIX, hubo una importante y activa participación femenina dentro de los círculos intelectuales limeños, dominados hasta ese momento por hombres. Por ello, Mercedes Cabello de Carbonera, Clorinda Matto de Turner, Carolina Freire de Jaimes, Teresa González de Fanning y Juana Manuela Gorriti son una suerte de «pioneras», pues fueron las primeras mujeres en ingresar al ámbito del discurso público.
Juana Manuela Gorriti destaca dentro de este conjunto. Nació en Horcones (Argentina) en 1818. Hija del general José Ignacio de Gorriti, su familia tuvo que emigrar a Bolivia en 1831 tras la derrota de los unitarios. Dos años después se casó con el militar boliviano Manuel Isidoro Belzú. Desterrado por conspirar contra el gobierno de José Ballivián, Gorriti acompañó a su esposo a Lima. En 1843 Belzú regresó a su país, pero ella permaneció en la capital peruana, donde organizó y presidió las llamadas «veladas literarias», en las que participaron los principales intelectuales peruanos (Ricardo Palma, entre otros) de aquella época.
Escribió cuentos y novelas que fueron publicados en distintos diarios y revistas sudamericanos y europeos. El que recojo a continuación es un breve relato que muestra el cultivo de lo fantástico en su narrativa. En este sentido, como Mizraje* señala, el espiritismo sirve:
para abrir una nueva posibilidad narrativa y lindar con lo fantástico. Usurpa algo del lugar adjudicado al sueño o a la locura en las explicaciones argumentales y allí sí va a disputar algunos dominios de las ciencias “puras” (como la medicina) o incluso impuras (como la psicología). Ensancha, en consecuencia, los topos literarios.
De acuerdo con García Martínez (quien lo ha incluido en su reciente antología), la primera versión conocida del relato fue publicada en Misceláneas (Buenos Aires: Imprenta Biedma, 1878, pp. 112-113). En cambio, Mizraje señala que apareció, bajo seudónimo, el mismo año en La alborada del Plata, revista fundada por Gorriti.
Espiritismo[1]
Una pobre costurerita de la calle de Santa Fe[2] salió una noche de su casa, entre once y doce, para esperezar[3] el cuerpo y dar un poco de aire a sus pulmones rendidos por el trabajo.
La calle estaba desierta y la muchacha iba a retirarse, cuando vio pasar delante de ella un joven, casi un niño, que deteniéndose a pocos pasos, púsose a tocar una flauta dulcísima que cautivó su oído, fijándola inmóvil con un pie en el umbral de la puerta y el otro en la vereda.
El joven se alejó así afuera, tañendo siempre el melodioso instrumento, y la muchacha quedose escuchándolo en un extraño arrobamiento.
De repente creyó ver que las casas se movían y caminaban, dirigiéndose al interior; y tras de ellas la campiña, que cual una marea, invadió la ciudad.
Y escuchaba siempre la flauta de dulce voz que tañía alejándose…
… Los rayos del sol, cayéndose perpendiculares sobre su cabeza, despertaron a la joven costurera, que se encontró vagando en un campo desierto, roto el calzado y los vestidos mojados con el rocío de la noche.
Unos pastores vascos que acertaron a pasar por allí dijéronla que se hallaba una lengua más allá de Saavedra[4].
Eran las doce del día. ¿Qué había sido de ella en ese espacio de doce horas del que no tenía conciencia alguna?
¡Misterio!
* De acuerdo con Mizraje, Gorriti representa el «paradigma de las visiones locales en torno al fenómeno del espiritismo». Si en 1874, anota en su diario el orgullo que le provoca que su hija se iniciase en los misterios del espiritismo, once años después lamenta que «hombres de alto mérito» como José Hernández creyesen en este «disparate».
[1] He seguido el texto de Martínez, pero adecuando la puntuación a las normas vigentes. La excepción han sido los puntos suspensivos, que he mantenido tal cual, porque marcan el vacío que se produce en la historia.
[2] calle de Santa Fe: durante la época virreinal fue el Camino a Santa Fe. Renombrada varias veces, en 1822 fue bautizada como Calle Santa Fe. Actualmente es una de las principales avenidas de la ciudad de Buenos Aires.
[3] esperezar: desperezarse.
[4] Saavedra: en su edición del cuento, Martínez considera que se refiere a la localidad del Partido de Saavedra, en la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, también podría referirse al barrio de Saavedra, fundado en 1873, en el extremo norte de la ciudad de Buenos Aires.
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Cuentos fantásticos del Romanticismo hispanoamericano
Esta selección de cuentos, publicada en la colección Letras hispánicas de la editorial Cátedra[1], constituye un aporte notable a la investigación del cuento fantástico, no solo por los relatos que agrupa, sino también por el estudio introductorio que los acompaña. En el mismo, además de justificar los criterios que guiaron su selección, José María Martínez delinea las características de este género durante el Romanticismo hispanoamericano. A continuación recojo dos puntos de mi reseña de este libro, la cual será publicada en un próximo número de RILCE.
La definición de cuento durante el Romanticismo hispanoamericano
Durante el siglo XIX y comienzos del XX el término cuento tuvo un significado polisémico que lo hacía equivalente a cuadro, leyenda, escena, tradición, relato, novela, etc. Aunque durante ese mismo tiempo se inició la teorización sobre el cuento literario (la que llevará a su refinamiento y consolidación como un género independiente), Martínez prefiere mantener la concepción del cuento que se manejó durante el siglo XIX. Así, en su selección incluye leyendas al estilo romántico (“La fiebre amarilla” y “La sirena” del mexicano Justo Sierra), tradiciones que continúan el modelo de las de Ricardo Palma (“La esquina del muerto” del venezolano Francisco Tosta García), relatos que anuncian el cuento literario (“El ruiseñor y el artista” y “Nunca se supo” del argentino Eduardo Ladislao Holmberg), relatos de carácter costumbristas o naturalista (“La vencedura” del uruguayo Javier de Viana) y relatos que anuncian los cuentos líricos o las crónicas del Modernismo (“El baile de las sombras” del colombiano Carlos Martínez Silva). Con ello, el estudioso subraya la homogeneidad existente entre estas formas narrativas, que si bien han sido clasificadas como “heterogéneas» por la crítica posterior, conformaron un género a los ojos de los narradores y lectores decimonónicos.
Hiperrealismo y subversión en el cuento fantástico
El “hiperrealismo” es otro de los componentes claves del relato fantástico que Martínez subraya y que, a su parecer, ha quedado postergado por las lecturas que encuentran en lo fantástico un contenido subversivo y contestatario contra la solidez del mundo realista e histórico. Si lo fantástico consiste en una ruptura inesperada de las leyes del mundo realista, esto solo es posible tomando como punto de partida un mundo no solo “realista” sino “hiperrealista”, en el que se insiste en su cotidianeidad y sujeción a las leyes y principios de la metafísica aristotélica, de modo que estas son reivindicadas. Por ejemplo, en relación con el principio de causalidad (uno de los principios que, se supone, la literatura fantástica pone en entredicho), en relatos como “Yerbas y alfileres” (y todos los contenidos en “Coincidencias” de Juana Manuela Gorriti) no se renuncia a una causa no fantástica, sino que esta aparece como múltiple o no unívoca. Así pues, la causa de la recuperación de Santiago puede ser científica (efecto de las hierbas medicinales que le administra el doctor Passaman por recomendación del célebre botánico Boso) o fantástica (resultado del desarme del muñeco vudú que realiza la supersticiosa esposa del médico). De ahí que para Martínez la literatura fantástica sea más un “oxímoron metafísico” que un movimiento subversivo.
Asimismo, si bien los autores recogidos en esta antología comparten las reivindicaciones ideológicas y artísticas del Romanticismo, carecen de una orientación política común, pues representan no solo diferentes posiciones políticas, sino que las mismas se encuentran ancladas en sus correspondientes coordenadas vitales. Así, junto al mexicano José María Roa Bárcena (“El hombre del caballo rucio”, “Lanchitas”), miembro de la Junta de Notables que ofreció a Maximiliano la corona de México; aparece el militar ecuatoriano Juan de Montalvo (“Gaspar Blondín”, “Las ruinas”), quien destacó por su anticlericalismo y oposición a los dictadores Gabriel García Montero e Ignacio de Veintemilla.
[1] En dicha colección se han publicado anteriormente otras antologías del cuento fantástico: Cuentos fantásticos modernistas de Hispanoamérica (2003) y Cuentos fantásticos en la España del Realismo (2006).
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