El rey de La vida es sueño (1634-1635) es calificado sobre todo negativamente por los estudiosos. Por regla general, el personaje es resumido en tres aspectos: Basilio no es solo un mal rey, que posterga sus obligaciones debido a su falso e inconveniente celo científico, sino también un padre tirano, que manda encarcelar al príncipe recién nacido y le priva de una adecuada educación. De este modo, también se vuelve un gobernante tiránico, cuando niega a su pueblo su legítimo heredero. Si se lo compara con el histórico rey Alfonso X, que fue conocido, merecidamente, por el sobrenombre de el sabio y, al mismo tiempo, como gobernante incapaz; el rey calderoniano se acerca al rex inutilis. Contra esto, Robert Lauer justifica la habilidad retórica con la que Basilio sabe imponer, en su primer monólogo, su ilegítimo proyecto (es decir, al cambiar la sucesión del primogénito). De este modo, él se revela como un tirano ex parte exercitii y pierde ipso facto sus derechos como gobernante.
Esta pequeña diferencia (la manera en la que Lauer relaciona, consecuentemente, la proyectada violación de la ley de Basilio con el absolutismo) parece, en este sentido, relevante. Sin embargo, Basilio no solo obra legibus solutus con la cuestión de la sucesión al trono, sino antes también con la prisión de su hijo. Esta situación se muestra claramente en los antecedentes del drama (contados por el mismo Basilio), los que sirven al rey para justificar el haber, hasta ese momento, mantenido en secreto el cautiverio de su hijo a la corte polaca. Basilio expone cómo su esposa, durante el embarazo, había soñado repetidas veces con un monstruo dentro de su cuerpo, que la mataría en el parto. Así, el carácter premonitorio de este sueño fue demostrado, sin lugar a dudas, por la muerte que sobrevino a la reina. Como conocedor de las estrellas, Basilio pudo prever que su hijo sería, algún día, un cruel gobernante y que humillaría a su padre, porque, sin esto, la situación de cautiverio de su “peligroso” hijo sería, literalmente, impensable. Lo que Basilio, no obstante, oculta es el hecho de que tanto su toma de decisión como sus consecutivas acciones son, desde un punto de vista jurídico, sumamente problemáticas. En primer lugar, se trata de la subjetiva interpretación de un astrólogo (quien observó la coincidencia cronológica de una serie de sucesos reales –el nacimiento de Segismundo, la muerte de su madre, así como fenómenos naturales), ya que construye un pronóstico astrológico, que vuelve admisible una fuente incomprobable (el presunto sueño de una muerta). El argumento que de aquí deduce contiene una doble violación de la ley: la prevaricación, porque Basilio no solo manda llevar al príncipe heredero a la torre sin consultar con la corte, sino que también publica un edicto en el que da al recién nacido por muerto.
Basilio actúa con plena autonomía; por consiguiente, su conducta se puede relacionar, como se da a entender, con la completa libertad de decidir del monarca absolutista. En este sentido, resulta interesante que, como F. Moretti ha demostrado, aunque la teoría y la praxis política contemporáneas planteaban considerables reservas al absolutismo, el poder de la monarquía, sin embargo, ya se había vuelto absoluto de facto sobre el escenario. En el trasfondo del Gorboduc (1562) de Thomas Norton y Thomas Sackville, y la plenitud hipertextual del Rey Lear (1604-1605) de Shakespeare, Moretti argumenta que la esencia de ambos héroes no consiste en que ellos abdican a favor de sus hijos, sino, por el contrario, en que esta decisión se manifiesta como la absoluta voluntad del soberano: tanto Gorboduc como Lear toman sus decisiones arbitrariamente y solos, por lo que ellos prescinden completamente del asesoramiento de sus respectivas cortes. El ejercicio arrogante del poder que cometían los reyes, sin embargo, no siempre se daba sin protesta de parte de la corte. En Gorboduc se produce, por los mismos motivos, un conflicto entre el poder ejecutivo del monarca y el poder (el privilegio de consulta) de la corte. Ante este trasfondo, es significativo que Basilio no encuentre resistencia de parte de la corte, a pesar de la dudosa justificación de su doble violación de la ley. El porqué lo consigue sin mayores dificultades radica en una doble teatralización: mediante una puesta en escena verbal, que busca la admiración del público palaciego, Basilio representa, en primer lugar, la prisión del príncipe heredero como un acontecimiento teatral, con lo cual se mantienen ocultas los motivos de este grave asunto político (es decir, el abuso de poder del rey). Esta representación, primeramente, solo verbal será completada en lo sucesivo con una real puesta en escena, la que consistirá en que se realice una demostración pública de la completa ineptitud de Segismundo como heredero al trono y, con ello, se justifique el gobierno absolutista de su padre.
XUAN, Jing, Der König im Kontext. Subversion, Dialogizität und Ambivalenz im weltlichen Theater Calderón de la Barcas, Heidelberg, Universitätsverlag Winter Heildelberg, 2004, pp. 131-133.
Traducción: José Elías Gutiérrez Meza
Revisión: Lisa Erdmenger